EDUCACIÓN PRIMERA INFANCIA: Cultura, Civilización, Igualdad

11 febrero, 2018
Nos preguntamos cuáles son las verdaderas razones de que durante decenios las cosas se dijeran e hicieran en contradicción  tan manifiesta con el sentido común.
…….cómo  pudo ser que las condiciones de vida más elementales y necesarias para el crecimiento y el desarrollo del niño se pasaran por alto o, sencillamente no se reconocieran. (Hannah Arendt).

 

Con este título estamos explicitando nuestra convicción de que la educación es  condicionante de las demás variables que lo componen. Y que el factor tiempo, junto con el medio social en que viven los protagonistas de la misma, son determinantes para definir el rumbo que habrán de tomar en cualquier época o país, el tipo de cultura, el grado de civilización y la medida de la equidad, entendida ésta como justicia educacional con repercusiones luego irreversibles sobre la distribución de la riqueza.

Que todos los chicos al nacer  tienen la misma capacidad de aprender, depende de lo que los teóricos de la economía llaman  “ceteris paribus”, es decir si los demás aspectos o cosas de la vida se dan de igual manera y se mantienen estables para todos.

Lo cual, por cierto, nunca ha sido así, y recién ahora empieza a despertarse la conciencia de asegurar la igualdad, aquí y en el mundo. Para que esto se expanda y consolide se requiere de algo imprescindible cuando de educación se trata: sensibilidad, porque es sabido que el desarrollo de la inteligencia es inseparable del de la afectividad.

El lenguaje construido con palabras, es lo que distinguió al “homo sapiens” de sus ancestros  en un plazo de la historia humana que es efímero si lo comparamos con los miles de millones de años del planeta, o los más recientes millones de años desde el inicio de la vida, y le permitió llevar a cabo “revoluciones” cada vez con mayor velocidad (12.000 años de la revolución agrícola, 500 años desde la revolución científica, 200 años de la revolución industrial y pocas décadas desde el inicio de la “revolución de las TIC”). Todo eso  siempre en el marco de la incertidumbre, factor éste que –siguiendo a Edgar Morin-Unesco- caracteriza todas las actividades intelectuales y que cabe poner de relieve especialmente cuando de educación se trata.

En síntesis, la historia humana es una demostración irrefutable de que la evolución del pensamiento y de la comprensión,  es producto de la evolución de la palabra, del vocabulario.  Y en tiempos cada vez más acelerados, hemos comprobado con certeza –quizás como la única o de las contadas excepciones de la  inevitable incertidumbre- que el dominio del lenguaje es el factor que más pone en evidencia  la no igualdad entre las personas.     

Es una inadmisible paradoja que en la que nos ufanamos llamar la “era del conocimiento”, el lenguaje sufra una incesante degradación en todas las clases sociales, pero   que se torna cruel y espantosa en los bolsones de pobreza e ignorancia supina que han crecido a lo largo de décadas por una especie de cadena de transmisión de una generación a otra. Es en estos lugares donde la educación no ha ocupado el papel ni ha desarrollado la misión que habría permitido superar esta condición. En nuestro país, según  un reciente informe de la UCA, el 48,4% de los chicos de hasta 14 años son pobres y en este archipiélago el lenguaje entre ellos se reduce a unas 300 palabras, de la inmensa riqueza que suponen las 80.000 del idioma español Valga una aclaración: nos resistimos a mencionar cuántos millones de chicos representa ese 48,4% para no caer en el inverosímil pensamiento de Stalin “un muerto es una tragedia, millones de muertos una estadística”, y hacer hincapié en cambio en la compasión dirigida a minimizar el sufrimiento de cada uno de los condenados de la tierra, que pregonaba  en su filosofía Albert Camus.

Merece un paréntesis  mencionar que  lo que venimos exponiendo apunta el gran trabajo emprendido por un Municipio del primer cordón del conurbano, el cual en sus propios jardines y  escuelas de zonas vulnerables, además de introducir innovaciones en el método de enseñanza, incorporó plataformas digitales que aseguran el perdurable aprendizaje de no menos de 2000 palabras “trabajadas” en su respectivos softwares, junto a nociones básicas de matemática y lógica.

Quien carece de vocabulario, no puede pensar y esta imposibilidad explica  su ignorancia y no igualdad porque, traducido  en términos cartesianos “Pienso, luego existo”, socialmente no existe, salvo cuando su comportamiento es objeto de noticias periodísticas.    Hace algunas décadas el gran pensador y visionario venezolano Arturo Uslar Petri, nos alertaba en sus columnas, que la escuela concebida para la enseñanza del lenguaje, la matemática y las ciencias,  se vería enfrentada cada vez más a la formidable “antiescuela” que conforma la tecnología de la imagen, en esa época limitada a la televisión y hoy extendida a la explosión entonces inimaginable de los ordenadores, las TIC y los celulares, en una dimensión global, es decir, planetaria y a la vez barrial y personal, en cualquier lugar.  El desafío según Uslar Petri se daba entre el dominio de la palabra, la lectura, la comprensión lógica, y la expansión de la imagen y la estupidez de lo que Sartori llamó “homo videns”.

Más recientemente, Edgar Morin/Unesco, nos advierte  que es en la infancia el momento en que la educación debe y puede favorecer la aptitud de la mente, lo cual es vital  ante el hecho de que “estamos sumergidos por la complejidad del mundo y las innumerables informaciones sobre el mundo ahogan nuestras posibilidades de inteligibilidad”. Más adelante veremos cómo explica esa situación Hannah Arendt, en otro contexto, otra época, pero con mayor profundidad. Parece claro que cuanto  más se demore la reversión de ese proceso, más se expandirán sus consecuencias en términos de la vida social de todos, porque lo que durante siglos fue normal por la lentitud de los tiempos y la aislada y dispersa distribución de la población humana, se fue gestando en poco tiempo lo que Ortega y Gasset en 1930 llamó “La rebelión de las masas”, con  una nueva toma de conciencia que dio a luz, por un lado las revoluciones del estado de derecho (inglesa, americana, francesa), y por otro las de signo contrario.

Esa marea explica  por qué en las últimas décadas se acumuló más conocimiento que en toda la historia humana y que dentro de cien años se habrá duplicado muchas veces, como escribió últimamente Nora Bär, agregando lo que dijo William Gibson, quien acuñó la palabra ciberespacio: “El futuro ya está aquí. Lo que pasa es que está distribuido de manera desigual”.                                               

Así que para la sociedad humana otro de los mayores desafíos es el de  REDUCIR LA DESIGUALDAD tan desatinada por la que las 62 personas más ricas del mundo reúnen tanto dinero ¡como los 3.600 millones más pobres, ya que acumulan la mitad de toda la riqueza de la humanidad, que hoy consta de 7.200 millones de personas!

Y ciñéndonos a la situación argentina sabemos que reducir hasta eliminar el antes mencionado y ominoso 48,4% que la UCA  nos enrostra como sociedad, resulta extremadamente difícil de lograr en un plazo breve y no será posible si todos los ciudadanos –de a pie, empresarios, sindicalistas, dirigentes políticos, funcionarios- no asumimos como axioma que la economía se rige en cualquier sistema por una ley de hierro llamada restricción presupuestaria, equivalente a la ley de gravedad que bien sabemos impera en el campo de la física.  Su negación o incumplimiento, explican en buena parte los descalabros sufridos por nuestra Patria en las últimas siete décadas.

Atendiendo a las tensiones que este problema generará por algunos  años, nuestra recomendación o convocatoria, es la de otorgar HOY la prioridad más absoluta a la educación temprana, que definimos como la etapa que va de los 3 años a los 7 años  y que deberíamos extenderla aún más a los 12 años en que concluye la primaria, porque según está demostrado, en ella se condiciona el nivel de los cursos siguientes y se  determina, nada más ni nada menos, si habrá o no un cambio de cultura (“sistema de ideas vivas que cada tiempo posee, el repertorio de nuestras efectivas convicciones sobre lo que es el mundo y son los otros hombres, sobre la jerarquía de los valores que tienen las cosas y las acciones”), para tener una presencia activa en la civilización (“conjunto de ciencias, mecanismos, técnicas y políticas que dominan esa sociedad”), conforme a las definiciones de Ortega y Gasset. El gran sociólogo Fernand Braudel nos demostró  que sin coherencia entre ambas, se produce una tensión que impide pasar a otros estados de evolución, lo cual es tan cierto para el caso argentino que el Premio Nobel de Economía Simón Kuznets en la década de los sesenta lo incluyó así   en su conocida clasificación de los países: “desarrollados, subdesarrollados, Japón y…Argentina).

Para reforzar nuestra tesis, nada mejor que las reflexiones sobre “La crisis en la educación”  que nos transmitiera la gran filósofa Hannah Arendt como uno de los ochos “ejercicios” en su obra de 1954 “Entre el pasado y el futuro”,  porque algo similar a lo que venimos exponiendo    debe haber influido para que una pensadora tan precisa, abarcadora y  profunda haya tomado como cuestión referencial, “la pregunta impotente de por qué Juanito no puede leer”.  Dicho texto es una clase magistral, pensada para los Estados Unidos de esa época, pero con valor universal y  susceptible de ser extrapolada la actual situación argentina.

En su homenaje y ante su increíble vigencia  en el presente de nuestro país, nos parece de gran valor compartir con el lector  en forma textual sus ideas más pertinentes, cuando dice “la esencia de la educación, es la natalidad, el hecho de que en el mundo hayan nacido y lo sigan haciendo, seres humanos….Dos cosas son importantes para nuestra argumentación. Por un lado, ver qué aspectos del mundo moderno y de su crisis se reflejan en la crisis educativa, es decir, cuáles son las verdaderas razones de que durante decenios las cosas se dijeran e hicieran en contradicción  tan manifiesta con el sentido común. En segundo término, determinar lo que podemos aprender de esta crisis en cuanto a la esencia de la educación, no en el sentido de que siempre se puede aprender de los errores, sino más bien a través de la reflexión sobre el papel que la educación desempeña en todas las culturas, o sea sobre la obligación que la existencia de los niños implica para todo el grupo social.

O cuando nos enseña que “…En cualquier época, una crisis en la educación da lugar a serias preocupaciones….Y esto es así porque la educación es una de las actividades más elementales y necesarias de la sociedad humana, que no se mantiene siempre igual sino que se renueva sin cesar  por el nacimiento continuado, por la llegada de nuevos seres humanos”.

Y para finalizar, sus citas que parecen escritas ayer para nosotros:  “El siglo del niño, como podríamos llamarlo, iba a emancipar a los pequeños y a liberarlos  de las normas provenientes del mundo adulto. Por consiguiente, nos preguntamos cómo  pudo ser que las condiciones de vida más elementales y necesarias para el crecimiento y el desarrollo del niño se pasaran por alto o, sencillamente no se reconocieran. El problema de la educación en el mundo moderno se centra en el hecho de que, por su propia naturaleza, no puede renunciar a la autoridad ni a la tradición, y aun así debe desarrollarse en un mundo que ya no se estructura gracias a la autoridad ni se mantiene unido gracias a la tradición… ”.

Como vemos, su pensamiento es diáfano: no sólo se está en el mundo, sino que se “es” el mundo; en consecuencia, con cada nuevo ser humano, el mundo cambia y el niño debe aprender a amarlo, para que a medida que crezca y se haga adulto tenga la capacidad de criticarlo con miras a su mejora y no a su destrucción. La filósofa tiene una gran coincidencia con la pedagoga  María Montessori, que por razones de espacio no podemos abordar aquí. Destacamos, sí, que en lo que piensan, critican y proponen ambas autoras está implícita la justicia educacional como una necesidad insoslayable para tender a la igualdad con integración social, a la convivencia pacífica con desarrollo para todos.

Nos atrevemos a sugerir entonces que todos los que en distintos niveles y jurisdicciones nos ocupamos de la educación -los que gobiernan, los legisladores,  los sindicatos docentes, los académicos, los maestros con su rol protagónico- comencemos por la primera infancia y pongamos en práctica las ideas de aquellas pensadoras en todos los Municipios del País.

                                                                          Roxana N. Cardarelli – Carlos Tonelli.