Jean-Michel Blanquer: «Si queremos la igualdad educativa debemos querer la exigencia»

15 abril, 2018

Jean-Michel Blanquer concluye hoy una apretada gira de tres días por nuestro país durante la cual dio una conferencia en el marco de la reunión del Grupo de Trabajo de Educación del G20, se reunió con su par argentino, Alejandro Finocchiaro, visitó Córdoba, donde participó de los primeros actos de conmemoración del centenario de la Reforma Universitaria y recibió un doctorado honoris causa de la Universidad Nacional de Córdoba, entre otras reuniones.

Una actividad febril que se explica entre otras cosas por el especial interés en conocer los fundamentos de las reformas que el titular de Educación del gabinete del presidente Emmanuel Macron está impulsando con el fin de resolver un problema análogo al de nuestro país: un sistema educativo que tiene dificultades para cumplir acabadamente su misión y en el que muchos alumnos concluyen su escolaridad obligatoria con grandes lagunas de conocimiento.

Siempre se necesitará un ser humano para transmitir saberes y valores

Jean-Michel Blanquer llegó a Argentina precedido de cierta fama desde que adquirió gran popularidad en su país por el sólo hecho de plantear algunas reformas basadas en el sentido común: es en los primeros años de escolaridad que se deben concentrar los esfuerzos; exigencia e inclusión van necesariamente juntas, no habrá una sin la otra; el profesor no es un animador, la revolución tecnológica que estamos viviendo cambiará cosas pero no lo esencial porque, dice, «siempre se necesitará un ser humano para transmitir saberes y valores».

El Ministro Blanquer considera también que la evaluación de los alumnos es necesaria -tiene casi un fundamento «antropológico» y que la evaluación docente debe ser colectiva, de un equipo, de un proyecto.

En esta entrevista, un repaso por todos estos temas en un castellano fluido, porque Jean-Michel Blanquer es el más «latinoamericano» de los integrantes del gabinete francés: vivió en Colombia de 1989 a 1991. Tiene 53 años. Es ministro de Educación desde mayo de 2017. Pero no es un recién llegado al área sino que cuenta con una larga carrera en su haber: fue profesor, rector, director de Enseñanza Escolar, director del ESSEC (Escuela Superior de Ciencias Económicas y Comerciales) y ocupó otros cargos en el ministerio nacional durante anteriores gestiones.

Nuestra idea es poner más medios y más esfuerzos en los territorios más pobres

— Si en un sistema educativo, un alumno egresa de los años obligatorios de escuela sin entender lo que lee o sin escribir correctamente, y si usted como Ministro de Educación tiene recursos limitados, ¿en dónde los concentraría en primer lugar para solucionar ese déficit?

— En muchos países tenemos ese problema: lograr que todos los niños adquieran los mismos saberes elementales, leer, escribir, contar, respetar al otro. Transmitir los saberes y los valores que la escuela debe transmitir es un reto para todos los países. En nuestro caso, hay un 20 por ciento de niños que no alcanzan estos saberes, por eso pensamos que hay que tener una estrategia global. En primer lugar, tomar en cuenta el hecho de que muchas cosas se instalan durante los primeros años de la vida. En Francia tenemos lo que llamamos la Escuela Maternal, entre los 3 y los 6 años, y acabamos de decidir con el presidente Emmanuel Macron que esta Escuela Maternal sea obligatoria lo que permite poner un acento sobre el carácter decisivo de esa etapa porque es cuando podemos compensar las desigualdades de lenguaje que puedan existir entre los niños debido a circunstancia familiares. Es el momento en que el vocabulario en especial se puede enriquecer. En segundo lugar la idea es poner más medios y más esfuerzos en los territorios más pobres, y en ellos hemos dividido en dos las clases, tenemos clases de 12 alumnos, en los dos primeros años de la escuela elemental, cuando el niño empieza a aprender a leer, escribir y contar, y tiene 6 y 7 años. Queremos concentrar nuestros medios en este momento clave. En tercer lugar tenemos que hacer un esfuerzo para la formación de los maestros, en particular los de la Escuela Maternal y los primeros años de la primaria. Y es lo que estamos haciendo por ejemplo en cuanto a las matemáticas, porque necesitamos darles fuerza pedagógica a los maestros y maestras.

— Pareciera que en algún momento, en las últimas décadas, cosas que eran antes elementales, como el dictado, la lectura en voz alta, la memorización -de una poesía o de las tablas de multiplicar- o la clase magistral han pasado a ser «mala palabra». ¿En qué momento sucedió esto y por qué?

— Es cierto que hace unos cincuenta años hubo un movimiento de modernización que cuestionó algunos aspectos tradicionales de la escuela, en parte con razón y en parte equivocadamente. Tenía en parte razón porque había que salir de un sistema clásico que no alcanzaba a transmitir los saberes a todo el mundo y que era a veces aburrido. Pero en el camino se perdieron cosas fundamentales, en particular la necesidad de una pedagogía explícita, progresiva, y también un poco exigente porque ahora sabemos de manera muy comprobada que hay cosas que se deben instalar muy rápidamente porque si no se hace será muy difícil hacerlo después. Si queremos ser sociales, si queremos que todos los niños, cualquiera sea su origen social, accedan a los saberes, debemos ser muy exigentes…

Yo asumo las palabras ‘exigencia’, ‘excelencia’, porque quiero el bien de todos los niños, quiero que lleguen a tener los saberes fundamentales

— …exigencia es otra «mala palabra»…

— Pero es una palabra muy importante. Yo asumo las palabras exigencia, excelencia, porque quiero el bien de todos los niños, quiero que los niños lleguen a tener los saberes fundamentales. Si la escuela no lo da a todos los niños, solamente lo tendrán los de las familias favorecidas. Entonces si queremos la igualdad debemos querer la exigencia y la personalización, y por supuesto cuando un niño tiene dificultades hay que apoyarlo, ayudarlo de manera muy fuerte. Pero si tomamos por ejemplo las matemáticas, sabemos que es muy importante conocer las cuatro operaciones bastante temprano. Si se atrasa eso, no es bueno para el niño.

— Usted dijo una vez que «el discurso igualitarista es destructivo». ¿Qué quiso decir?

— Que a veces hay discursos sobre la igualdad que van en contra de la igualdad. Por ejemplo en el caso francés se dio la desaparición de clases bilingües o de clases de latín y griego, en nombre de la igualdad, porque como sólo una parte de los alumnos lo hacía, parecía un elemento de desigualdad. Yo pienso que es al revés, porque estas clases estamos en condiciones de ponerlas en particular en los colegios pobres para crear atractividad, para crear excelencia. Debemos entonces tener una estrategia de creatividad, de libertad, al servicio de la igualdad. Esa es mi estrategia, esas son mis políticas educativas.

— Calificar a los alumnos, ¿es bueno?, ¿puede hacerse sin discriminar?, porque es otra cosa que está desprestigiada, el poner notas…

— La evaluación de los alumnos es algo sumamente importante. No hay que abandonar la evaluación, todo el mundo la necesita, y los niños quieren la evaluación. Por ejemplo en el deporte todo el mundo quiere la evaluación, en los videojuegos hay una evaluación permanente con puntos; hay algo antropológico en el tema de la evaluación. La gran pregunta es en qué medida la evaluación le permite a uno progresar, la evaluación no debe existir para crear inhibición sino para crear motivación. Entonces, tanto para el alumno, como para el profesor o el sistema, debemos tener una evaluación que estimule.

“Los niños quieren la evaluación. En el deporte, hay evaluación, en los videojuegos hay una evaluación permanente; hay algo antropológico en el tema de la evaluación”, dice Blanquer

— Se ha puesto de moda decir que la tecnología cambia la forma de aprender. O que el alumno puede aprender solo con la computadora o el teléfono. ¿Cómo debe usarse la tecnología en la educación?

— Sabemos todos que la tecnología tiene aspectos buenos y aspectos negativos. Hay muchas revoluciones digitales en este momento, no hay una sola; tenemos que hacer una distinción entre sus diferentes aspectos. Por ejemplo, sabemos muy bien que las pantallas son negativas para los pequeños. Hasta los 7 años, es mejor no ponerlos ante una pantalla o hacerlo por breves lapsos de tiempo. En cambio, interactuar con un robot puede ser muy positivo para un niño, incluso muy pequeño. Es una cuestión de distinción entre los buenos y los malos usos. Además, no debemos tener una visión mágica de las tecnologías. Es muy falso decir que porque todo está en Internet no hay que aprender cosas. Por ejemplo si tenemos esta discusión no es porque yo haya podido consultar la wikipedia antes de hablar con usted, es porque he trabajado mucho este asunto durante años y he podido integrar un saber. Lo mismo vale para un niño. En la nueva civilización tecnológica, en esta revolución en la historia humana que estamos viviendo, es sumamente importante dar raíces y saberes fundamentales sólidos a nuestros niños, por eso la escuela primaria debe transmitir saberes básicos con dos competencias fundamentales que son la lógica y la cultura.

El profesor no es un animador, es una persona que tiene un saber, que tiene la pasión de este saber, y que transmite esta pasión y este saber

— Por esta misma falsa idea de que el niño puede apropiarse solo del saber, porque todo está en Internet, se ha puesto de moda llamar al maestro «mediador» o «facilitador». ¿Qué opina de esa calificación?

— Hay muchas preguntas en torno a la transformación de todas las profesiones en la civilización del mañana. Y eso vale para todos, el periodista, el conductor… y el profesor. Yo tengo una visión muy optimista y voluntarista en cuanto al papel de los profesores en esta civilización: siempre se necesitará un ser humano para transmitir saberes y valores. El gran desafío de nuestra nueva sociedad es lograr una buena pareja entre el ser humano y la máquina y el primero debe seguir siendo el maestro. En una sociedad donde es tan fácil conseguir información es importante tener un profesor que antes de eso transmita un saber, una metodología y una capacidad de estructurar el pensamiento. Entonces no es un animador, es un profesor de verdad, una persona que tiene un saber, que tiene la pasión de este saber, que transmite esta pasión y este saber y que haciéndolo sí acompaña al alumno en la capacidad de consultar Internet, de distinguir la verdad de las mentiras y tener una metodología. Entonces, habrá una evolución de esta profesión, pero sin perder todos los aspectos clásicos que tenía y ganando nuevos.

— Internet es un mar de contenidos, ¿cómo reconocer lo que vale, cómo jerarquizar?

— El valor agregado de cada uno será dependerá mucho en el futuro de saber trabajar durante horas sobre un asunto en profundidad. Eso hace la diferencia respecto a la capacidad de simplemente circular por la información.

— ¿Usted plantea el respeto al otro como objetivo de la escuela porque eso, que parece elemental, se ha perdido?

— Es un desafío de siempre. Supone una visión del ser humano. Podemos tener la visión de Rousseau, el hombre nace con una buena naturaleza que luego la sociedad corrompe, mientras que Hobbes dice que el hombre nace con malos instintos y que la sociedad va a tratar de corregir eso. Yo pienso que hay una tercera vía y ésta nos la indican las nuevas ciencias cognitivas que nos permiten conocer mejor el cerebro humano y nuestra naturaleza. Esta tercera vía implica ver que el ser humano tiene un potencial enorme en materia de conocimiento, pero también en materia de empatía, de entendimiento del otro, y vemos que también es una cosa que se desarrolla mucho cuando el niño es muy pequeño: la música, el afecto de los padres, el ambiente general en el cual evoluciona el niño son claves para este entendimiento del otro. Y la escuela también desarrolla algo fundamental que es el espíritu de equipo. Entonces lo que pasa en los primeros años de la escuela, sea la competencia o el espíritu colectivo, da una primera dirección a la capacidad de respetar al otro. El desarrollo de la empatía es uno de los retos de la escuela y entonces debe haber también en la formación de los maestros algo que los ayude a desarrollar eso en el niño

— ¿Cree que los docentes deben ser evaluados? ¿Con qué finalidad?

— La mejor evaluación del docente son los resultados del alumno y cada profesor sabe eso porque la felicidad de un profesor viene en general de su capacidad de hacer que un niño o a un adolescente pase de un nivel a otro. La buena evaluación puede ser también una evaluación colectiva. Lo importante es el progreso de una escuela o un colegio en favor de sus alumnos y eso puede ser el resultado de un trabajo de equipo. Entonces me parece muy bien tener objetivos a nivel colectivo y hacer una evaluación y que los maestros tengan una evaluación que tome en cuenta este progreso colectivo.

— ¿Cuándo cree que la reforma que está emprendiendo en el sistema educativo francés podrá arrojar resultados? Este tipo de reformas estructurales suelen llevar tiempo…

— La educación es por excelencia el tema principal de una sociedad, es una cuestión de vida de una sociedad. Por eso es un tema de largo plazo, y hay muchas políticas que solo dan resultado a largo plazo y que para dar resultados necesitan una cierta continuidad. Pero en algunos aspectos se puede tener resultados a corto y mediano plazo. Por ejemplo, la medida que hemos tomado en cuanto a la división en dos de los primeros grados de primaria en los barrios pobres la empezamos en septiembre de 2017 y esperamos los primeros resultados interesantes en junio de 2018 cuando termina nuestro año escolar y esperamos que se vea el beneficio para los niños.