A veces, las revoluciones son silenciosas. En uno de los rincones más pobres y violentos del conurbano viene creciendo, sin que el fenómeno haya sido captado por los radares, un programa social que, por volumen y velocidad, no tiene parangón en el país.
El escenario grande de este proyecto impulsado por curas villeros es el partido de La Matanza, el más poblado (2,5 millones de habitantes) y postergado del conurbano, histórico feudo del peronismo. El escenario chico, algunas de las villas que, como Puerta de Hierro y San Petersburgo, en Isidro Casanova, han cobrado celebridad por ser verdaderos shoppings de la droga. Junto con la 17 de Marzo y la 17 de Marzo bis, conforman lo que se conoce como «el triángulo de las Bermudas».
Allí llegó, hace poco más de dos años, el padre Nicolás Angelotti, al que nadie llama por su nombre. Es «el Tano». O «el padre Tano». De 34 años, ojos verdes y pinta de galán de cine, exjugador de fútbol en las inferiores de River y San Lorenzo, lo que encontró al hacerse cargo de la entonces pequeña capilla de Nuestra Señora de la Esperanza -después, parroquia San José, en 17 de Marzo, diócesis de San Justo- fue un panorama desolador. Pobreza extrema, dominio del narcotráfico, delincuencia, guerras entre barrios. «Esta era una zona marginada, abandonada por el Estado y también por la Iglesia, hasta que monseñor Jorge Bergoglio empezó a venir y a involucrarse», dice.
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